viernes, 5 de octubre de 2007

Almacenes inician ofensiva contra supermonopolios

Dos caras de una misma tradición: algunos dependientes se renuevan día a día, y otros se resignan a morir en las garras del mercado.
Los almacenes del barrio Quinta Normal se hallan al interior de la calle Catedral, desde Matucana. Un sector vacío, donde pasan a lo más tres personas cada cierto rato. Hay casas muy viejas, cuyas puertas dan directo a la vereda. Algunas están abandonadas, en un estado que prevé un derrumbe inminente. Pasa un ciclista raudo por calle Herrera, sólo se ve un par de jóvenes compartiendo un cigarrillo en la puerta de una casa. Son las 12:10 y se percibe un agradable olor a comida. Naturalmente, a esta hora muchas dueñas de casa se encuentran preparando el almuerzo. Pero antes de avocarse a esa labor debieron ir a su tradicional almacén para abastecerse de los ingredientes que son convertidos en una deliciosa cazuela, o en un reponedor plato de porotos con rienda.
Las dueñas de casa gustan de la buena atención de su almacén regalón, mejor que los fríos pasillos de los supermercados, junto a las largas colas para pagar. La señora Rebeca lo sabe, y hace una semana ha instalado en un rinconcito de Herrera con Santo Domingo un almacén que atiende a los vecinos de la cuadra. La tradición del barrio lo llama “el rinconcito de la suerte”, porque desde hace muchos años ese recinto siempre ha albergado almacenes de muy buena clientela y popularidad. “Lo bueno es que hay mucho contacto con la gente, de hecho me piden que traiga lo que ellos necesitan”, dice a QUINTA INFORMAL la señora Rebeca. En su percepción, lo que a la clientela le agrada es la variedad, porque le permite encontrar en un solo lugar cosas tan útiles como afeitadoras o decorativas como jarrones de greda. “Tenemos desde jarrones hasta alcancías de diversas formas, de chanchito, de grifo y de tortuga”, afirma mientras señala a una repisa donde además se ven otros adornos como candelabros.
A tanto ha llegado el interés por los artículos “no comestibles” que ofrece el almacén de la señora Rebeca, que en más de alguna ocasión le han sugerido tener un catálogo de los adornos de greda de su negocio.
A la señora Rebeca le ha ayudado la trayectoria del local donde actualmente funciona, porque por años ha servido de almacén. “A la gente le queda esa imagen de que en ‘el rinconcito’ está el almacén, por eso mucha gente se sorprende al ver que nuevamente hay un negocio aquí”, dice con orgullo la señora Rebeca, quien tiene experiencia en el rubro, ya que hace años ha trabajado en diversos negocios de barrio. Esa experiencia también le permite tener una especial llegada al consumidor. “Aquí la vecina se queda conversando, porque además de simples proveedores, debemos saber qué necesitan”, puntualiza.
En el recorrido visual por el almacén de la señora Rebeca, también se puede observar que hay juguetes, como accesorios para niñas, juegos de doctor, hasta volantines. “Debemos traer estas cosas, para que el público no se nos vaya a los supermercados”, dice.
La clientela de la señora Rebeca hace sus compras principalmente temprano en la mañana y después de las 18:00. “La gente que vuelve del trabajo viene a comprar pan o dulces”, agrega.
Para la señora Rebeca, el principal factor que mantiene vivos a los almacenes es “la cercanía, porque el supermercado queda a cinco cuadras de acá, y no todos los vecinos tienen los medios para transportarse esa distancia”, finaliza la señora Rebeca.
Una visión menos optimista tiene otro locatario del sector, cuyo negocio se ubica en calle Catedral. El dependiente no quiso revelar su identidad a QUINTA INFORMAL, pero para efectos de su lectura se llamará "Jorge" y no se detallará la ubicación exacta del negocio.
Don Jorge ve la labor almacenera como una tradición casi moribunda, totalmente destrozada por los supermercados. “Aquí ya no viene casi nadie, si no fuera por los maestros de la construcción que trabajan por aquí, no vendería nada”, señala con tristeza. “Uno piensa que por tener nuevos edificios en el sector uno puede tener más clientela, pero nada que ver, porque esos vecinos cuando quieren comprar algo agarran su auto y se van al supermercado”, agrega.
Su almacén lleva más de 30 años y don Jorge ha visto caer la cantidad de clientes… y aumentar los precios de sus proveedores.
“Antes la gente venía a abastecer su despensa con nosotros, pero ahora sólo sacamos de apuro, no tiene gracia eso”, dice con su mirada fija en algún punto de su añoso local.
El dependiente asegura que no tiene planeado continuar su negocio, porque esta tradición ya murió, “cuando yo me vaya de este mundo, el negocio también morirá”, dice don Jorge.
“Nuestra época ya pasó, el mundo ha crecido y la gente ha cambiado sus necesidades, además que los empresarios cambian las necesidades de la gente”, agrega.
Los vecinos son los más beneficiados por la presencia de los almacenes, y aunque eran reticentes a conversar con QUINTA INFORMAL, se pudo constatar la cantidad que acude a las horas señaladas con el fin de conseguir su mercadería. Todos conversan amenamente con los dependientes, y comparten un grato momento.
Entonces, los supermercados han logrado “matar a medias” la tradición. Por una parte, negocios optimistas y renovados, por otra, negocios resignados a bajar sus antiguas cortinas metálicas para siempre.
Escribió Andrés Huerta

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